«A alguien que empieza a atender a personas le diría que tiene que poder transmitir tranquilidad, paz y serenidad y, a su vez, impartir conocimientos!

«A alguien que empieza a atender a personas le diría que tiene que poder transmitir tranquilidad, paz y serenidad y, a su vez, impartir conocimientos!

Por Carla Cruells, responsable de Comunicación

 

Perfil: Toni ha vivido el crecimiento de la entidad, prácticamente desde su origen, y ha evolucionado con ella. Su recorrido de 35 años en el CFP está marcado por el hecho de que venga del mundo de la carpintería, por las oportunidades que le brindó habilitarse como Educador Social, el año 2002, y por su carácter e iniciativa.

 

El origen

Cuando entraste en el CFP las personas que atendíais eran de dos colectivos, básicamente, personas que convivían con una problemática de salud mental y personas en riesgo de exclusión social. ¿Qué papel jugaba el aprendizaje de un oficio como es la carpintería en su recuperación?

Nosotros les ofrecíamos un espacio donde podían venir para no estar en la calle y, además, aprender un oficio para poder cobrar un pequeño sueldo. Ellos mismos escogían si se quedaban o aprendían o bien si no podían sostenerlo y se iban. Los que se quedaban se formaban y después buscaban otros trabajos consiguiendo integrarse en la sociedad.

En cuanto a los usuarios de salud mental, les ofrecíamos lo mismo, un espacio, pero la diferencia era que el trabajo era el hilo conductor para realizar pequeñas tareas y poder contenerlos psicológicamente.

A parte de formarlos en carpintería. ¿En qué consistía tu trabajo?

Mi trabajo consistía en tomar medidas, hacer presupuestos y, una vez estaban aprobados, distribuir las tareas entre los distintos usuarios, dando las de más responsabilidad a los usuarios de problemática de exclusión social y, las más sencillas, a los de salud mental. Básicamente era un trabajo de contención y formación.

También hacían conjuntamente los mantenimientos de parques y jardines de las guarderías, donde trabajaban personas de los dos colectivos. Recambiaban los listones que estaban mal y ponían de nuevos, que habían preparado previamente haciendo un pequeño stock para poder cambiarlos lo más rápido posible.

También recuerdo que, en aquella época, uno de los usuarios del SRC consiguieron integrarse haciendo el mantenimiento de los patios de las guarderías y la limpieza de los vidrios.

 

Educador Social en el CRAE Mas Sant Jordi

Después de trabajar con adultos durante años, fuiste Educador Social en el CRAE. ¿Cómo viviste este cambio personalmente?

Fue un cambio muy duro ya que pasé de ver los usuarios de un colectivo que se iban a casa a otros que, su situación familiar, no les permitía hacerlo.

También pasé de vivir los problemas puntuales de algún usuario a ponerme de cabeza en los problemas de todos los chicos, familias incluidas, y convivir 365 días 24 horas.

Fue un nuevo aprendizaje, en todos los sentidos, descubrir la cantidad de chicos que pasaron por el CRAE con muchas familias desestructuradas y los problemas que conlleva a los infantes que les generan frustración, tristeza y, a veces, rabia por no poder estar con sus familias. Convivir con sus problemas día a día, semana tras semana genera a los educadores situaciones de estrés.

¿Cuáles son las diferencias más importantes como profesional de atender a adultos y a infantes y adolescentes?

La mayoría de mayores de edad son personas con enfermedades mentales. Son muy susceptibles a lo que decimos y a cómo lo decimos y se tiene que tener mucho cuidado a la hora de trabajar con ellas, siempre teniendo en cuenta sus características personales. Atendemos, por ejemplo, a personas que conviven con psicosis, esquizofrenia, toc, TLP,TPI, trastornos bipolares y, últimamente, estamos viendo como se incorporan cada vez más personas con TEA. El trabajo con ellos suele ser más de carácter cognitivo, trabajo de prevención de riesgos para poder identificar sus problemáticas y, en seguida, poder pedir ayuda o derivarlos a psiquiatría. También trabajamos aspectos cuotidianos como pueden ser las habilidades sociales y les ofrecemos un espacio para llevar una rutina parecida a la laboral.

Por otro lado, tenemos los jóvenes adolescentes que, por norma general, son personas en riesgo de exclusión social. Por ejemplo, los usuarios de la Área Diurna, que son variados, pueden ser recién llegados al país, personas que nos derivan de justicia, de servicios sociales, etc. Siempre tienes que estar atento y anticiparte a ellos pues sus características son muy personales y, en algunos casos, complicadas de llevar. A veces hemos tenido que hacer contenciones por agresiones entre ellos y hacia nosotros también.

¿Y en el caso de los infantes?

Los infantes también generan muchísimo trabajo ya que nosotros, los educadores, hacemos el trabajo que sus padres y familias no pueden hacer por distintos motivos o situaciones, a veces de forma temporal o a veces de forma inviable. Este consiste en darles una casa de forma temporal hasta que sus padres o familias puedan volver a hacerse cargo de ellos. Mientras tanto, les damos una educación y unos valores que les ayuden a formarse como personas, cuidamos de su salud y de que tengan un entorno lo más parecido posible a un hogar.

¿Nos podrías explicar una cosa que te sorprendiera de atender a este colectivo?

Lo más relevante de atender a adolescentes eran los conflictos diarios entre ellos en los que teníamos que intervenir y, a veces, ser estrictos con ellos y que, durante el tiempo que estaban con nosotros, éramos vistos como una autoridad consiguiendo su respeto. También que, al cabo de unos años, algunos chicos y chicas de la Unidad de Escolarización Compartida venían a agradecernos el trabajo que habíamos hecho con ellos. Parece mentira pero es una de las cosas que más me sorprendían.

Me acuerdo de una chica que, en su momento, era muy desafiante con los educadores y buscaba continuamente el conflicto y nosotros fuimos muy estrictos con ella para ponerle límites. Ahora hace poco, yo estaba trabajando y ella me reconoció, se presentó y me dio las gracias por la paciencia que tuvimos con ella. Me explicó que está casada y tiene dos hijos y que, gracias a nuestro trabajo, pudo reconducir su vida.

 

Maestro de talleres y Educador Social

Actualmente enseñas el oficio a jóvenes de la Área Diurna y a adultos en el Prelaboral. También atiendes a usuarios/as de los SRC y a jóvenes que conviven con Trastornos Psicóticos Incipientes. ¿Qué diferencias notas en la actitud ante la oportunidad de aprender para conseguir la inserción laboral de estos colectivos con realidades tan distintas?

Con los usuarios de Prelaboral, que vienen derivados desde el Consorci Sanitari del Maresme por alguna enfermedad mental, nos encontramos con un muro difícil de superar para muchos de ellos que es aceptar su enfermedad. Una vez hecho este trabajo, les damos herramientas para afrontar la vida en sociedad, mediante las habilidades sociales y haciendo un trabajo cognitivo. Les permiten, posteriormente, adquirir hábitos saludables, coger autonomía y autoestima a la vez que adquieren hábitos laborales, que en un futuro les ayudarán a encontrar trabajo.

Los usuarios de la Área Diurna generalmente se encuentran con el problema que son jóvenes que tienen dificultades de aprendizaje. Algunos son recién llegados, que tienen poca formación y no tienen papeles, cosas que si las juntamos hacen que sea un colectivo con especiales dificultades para conseguir una inserción laboral. Otros, como los que nos derivan de servicios sociales o justicia, sí que tienen una pequeña formación y pueden hacer cursos como Programas de Garantía Social y, en algunos casos, una vez finalizadas las prácticas, se pueden incorporar al mundo laboral.

Los usuarios de los Servicios de Rehabilitación Comunitaria y los que conviven con Trastornos Psicóticos Inicipientes van a otro ritmo. Tienen más dificultades y van más tranquilos pero, poco a poco, y con el soporte que les ofrecemos, consiguen buenos resultados. Algunos, incluso, se aventuran a hacer sus propios proyectos. Esto les da confianza y les sube la autoestima y, todo esto, hace que sus estados psicológicos mejoren y muchos eviten ingresos psiquiátricos. Algunos de ellos me dicen: “Toni mantener esta actividad es estar sano, te doy las gracias por lo que estoy aprendiendo».

¿Cómo se gestiona, como profesional, la convivencia entre acompañar emocionalmente y, a la vez, la disciplina que requiere ayudarlos a aprender un oficio?

Se tiene que ir con mucho cuidado con lo que dices y cómo lo dices. Yo siempre intento hacer una explicación técnica y generalizada y, después, darles las herramientas para hacerlo. La primera vez los dejo que piensen y lo hagan a su manera. Unos lo hacen solos y otros hacen preguntas o comentan que no pueden hacerlo en las horas que disponen. Nosotros los asesoramos en como mejorar o complementar su trabajo, siempre animándolos y reforzando su autonomía y autoestima.

Muchas veces los acompañamos a que ellos mismos se hagan su agenda diaria de actividades para que se den cuenta de que sí que pueden ocupar su tiempo en distintas actividades.

 

Toda una vida en el CFP

¿Cómo crees que ha cambiado la atención a colectivos vulnerables durante tus 35 años siendo profesional de este sector?

La atención ha cambiado muchísimo ya que ahora se trabaja mucho más en red y se hacen unos seguimientos personalizados que antes no se hacían. Se ha ganado en calidad y también en recursos y la sociedad se ha concienciado de que estos colectivos se tienen que poder integrar.

Si tuvieras que dar un consejo, después de toda tu experiencia, a alguien que empieza a atender a personas vulnerables ¿Qué le dirías?

A alguien que empieza a atender a personas le diría que tiene que poder transmitir tranquilidad, paz y serenidad y, a la vez, impartir conocimientos en las clases o haciendo las actividades. Yo siempre hago un ejemplo para que ellos puedan ver cómo hacerlo y, después, les doy la opción de hacerlo solos. Si tienen dificultades los acompaño y los guío. Así pueden realizar las tareas con más autonomía y esto se convierte en más autoestima, aquí es donde nosotros recibimos su respeto y somos un referente con autoridad. Excepcionalmente hay usuarios que, por su personalidad, buscan desafiarte y no aceptar las normas, en estos casos tan evidentes tenemos que ser firmes y serios (no estar enfadados).  Tenemos que poner límites primero por el bien de la persona y segundo por el del grupo.

¿Y a una persona que convive con una problemática de salud mental y entra en el circuito por primera vez?

Pues, en primer lugar, le explicamos las distintas actividades que tenemos programadas y le invitamos a escoger sus preferencias para que se sienta bien acogida y vaya cogiendo confianza, que conozca los compañeros y los distintos espacios escogidos. Gradualmente se van implementando más actividades. Hay usuarios que necesitan llenar muchas horas de su tiempo y otros a los que, por las medicaciones, les cuesta mucho hacer el día a día con normalidad. Cada caso es distinto.